31 marzo, 2014

Lo que más se ve: la caída del cabello

Ese día ha llegado. Se me cae el pelo. 

15 días después del primer ciclo el pelo se cae a mechones. 
Me voy a quedar calva. ¡CALVA! Yo, que no estaba calva ni cuando nací. Pues nada, nuevo look, a lo Teniente O'Neil, o a lo Nataly Portman en V de Vendetta, o a lo Naomi Campbell. Qué narices, si voy a la moda, si ahora se llevan las cabezas medio rapadas y digo yo que para eso te rapas entera. Así que toca sacar los pañuelos, sombreros y gorras. 

Ya no voy a volver a tener que quitarle los pelos al cepillo, voy a ahorrar en champú y en mascarilla, no me voy a despeinar y además no voy a tener que depilarme durante unos meses. Todo ventajas. 

No sé si cuando me vuelva a crecer voy a desear una melena por la cintura o si me voy a aficionar al rapado moderno. 
De todas maneras, no es lo peor que puede pasar con el tratamiento así que mientras me encuentre bien estaré calva pero contenta. 


N.

23 marzo, 2014

Mi primera quimio

Hoy es el último día de la semana, y el primero de ésta recibí mi primera sesión de quimio.

Estoy muy contenta porque estoy bien. Aunque con algunos síntomas que dan un poquito por saco, como mareos o llagas en la boca, pero puedo hacer vida normal.

Mi primera sesión no fue en la UTA como ocurre normalmente, sino que fue ingresada porque no había sitio en la sala. Tampoco estuvo mal, me tocó una compañera de habitación agradable y unos enfermeros amables. Aunque tuve que esperar mucho a que me trajesen el tratamiento, pero como estuve con mis padres no se me hizo tan largo. Aunque nada más entrar en la habitación yo ya quería salir.

Esta vez también me dieron un pijama muy bonito, así de una talla acorde a tres cuerpos míos, de un color muy vivo y muy a la moda. También tuve una cama de esas que se suben y se bajan y pude hacer uso del mando en numerosas ocasiones "cama arriba, cama abajo". ¡Y me dieron a elegir el menú! Aunque se equivocaron un poco, pero bueno, para ser comida de hospital no estaba mal.

La primera toma de contacto con mi enfermero no fue del todo buena, porque no quería pincharme en el brazo y decidió que sería mejor pincharme en el costado de la muñeca, pero para mí eso dolía demasiado, no aguantaba la vía y tuvo que pincharme finalmente en el brazo, con éxito.
Lo primero, te tomas una pastilla antinauseas, y en vía te meten suero para ver si el tema funciona adecuadamente. Luego te meten un par de bolsas de Primperan (o lo mismo pero con otro nombre) para seguir evitando que tengas nauseas y suero entre bolsa y bolsa y ya llegan las tres bolsas de quimio. 
La primera era de un líquido muy bonito de color rojo que te entraba en un cuarto de hora. Después de eso meaba rosa (aunque en realidad no era por el líquido rojo, sino porque soy una princesa), era gracioso, o no, pero en ese momento a mí todo me parecía un poco gracioso.
La segunda era transparente y también duraba un cuarto de hora. 
Y la tercera estaba caliente y era también transparente y duraba un rato más largo.
Y para rematar una inyección en la barriga. De esas me he tenido que poner durante toda la semana, hoy es la última. Inyecciones de defensas para evitar ponerme malita durante la quimio.

Llegué a las 8 de la mañana y salí de allí casi a las 3 de la tarde, pero eufórica, porque me encontraba bien. De hecho cuando me quitaron la vía me dio por llorar porque ya había terminado y ¡estaba bien! Aunque sabía que más tarde podría encontrarme fatal, pero lo importante era que durante el tratamiento y en ese momento estaba perfectamente. Así que a pesar de haberme comido medio bistec en la habitación del hospital, me fui con mis padres y mi abuela a pegarme un festín de comida basura en el McDonals. Y no me sentó mal ¡más alegría!

Pasado este tiempo ya apenas tengo mareos, aunque sí tengo sofocos de vez en cuando cual menopausica en pleno apogeo, tengo llagas en la boca y la garganta y un pequeño problema con la comida: no tengo hambre, ni tampoco sensación de saciedad. Vamos, como porque sé que tengo que comer y paro porque me aburro de comer o no queda más en el plato o sé que no debo comer más. 
Pero bueno, son pequeñas cosas que se pueden llevar perfectamente, y que si tengo que firmar por seguir así el resto del tratamiento que me digan dónde por favor, que firmo ahora mismo.

Ahora a esperar al siguiente. Que esto parece eterno, esta primera semana me ha parecido una eternidad.


De nuevo muchas gracias por vuestros comentarios y vuestros ánimos.

N.

16 marzo, 2014

Mis futuros retoños

Este fin de semana ha tocado la visita a reproducción asistida. 
Como ya os conté, la quimioterapia suele producir esterilidad, así que me he sometido a un tratamiento de fertilidad para hacer una preservación de óvulos.
19 ovocitos (o conocidos más comúnmente como óvulos) me han sacado y me han guardado por criocongelación, vamos, que los han metido en un tanque con nitrógeno líquido para conservarlos a muy baja temperatura para evitar la creación de cristales en las células y que después salgan bonicos los niños.

Pero a lo que vamos, la experiencia: para mí fue desagradable. Te mandan numerosas inyecciones durante varios días, y la última te hace hincharte como una pelota. Cuando llegas por la mañana a la clínica parece que tu barriga va a reventar. Te dan otro camisón de esos secsis secsis, un gorrito bonito bonito y unas pantuflas 17 tallas más grandes (que digo yo que al menos podrían hacer tres tallas - S, M, L -). Y en este caso vas andando a la sala de operación. Y llegas y te subes al potro y te espatarras y ahí ya te sedan y ya no te enteras de nada.
El problema llegó al despertar. El dolor era insoportable. Toda la zona de la barriga estaba aún más hinchada y dolía mucho. Así que como soy una paciente de esas un poco quejicas, pues me quejé. Un poco. Bastante.
Y aún no han terminado las inyecciones... Más agujeritos en la barriguita.

Pero bueno, ya estoy en casa. Esperando a que llegue mañana que empiezo la quimio y ando nerviosilla, así que me voy despidiendo.

N.

P.D.: Un apunte, no se me asusten, no todo el mundo pasa dolores con el tratamiento de fertilidad ni después de la punción, yo tuve la mala suerte de ser de las que sí. 

P. P. D.: Mil gracias por los comentarios y ánimos que me habéis dado. Estas cosas dan fuerzas para seguir escribiendo, porque si piensas que nadie lo lee piensas que para qué vas a escribir. Además siempre viene bien que te animen y digan cosas bonitas ^^ . Espero sacar ganas para crear mejores entradas más adelante.



11 marzo, 2014

¿Quién dijo miedo habiendo hospitales?

Ya he pasado la primera fase: no más llantos, muchas pruebas y la primera operación. 

Este fin de semana pasado me ingresaron para hacerme la prueba del ganglio centinela. El primer día me dieron cuatro pinchacitos en el pecho por la mañana, al medio día me metieron en una máquina para localizar los ganglios y marcarlos, y por la tarde ingresé en el hospital, ya que había tenido que desplazarme fuera de mi ciudad. El día siguiente fue el de la operación.
Era la primera operación seria de mi vida, aunque no fuera grande. 

Te hacen levantarte pronto y ducharte con un jabón antiséptico, enjuagarte la boca con un líquido y estar en ayunas y sin beber agua desde las 12 de la noche.
Después esperas y desesperas, y ya sales al pasillo a darte una vuelta. Y vas con una bata chulísima (uy, sí) para que no se te vea el culo con ese camisón tan sexy de lunares abierto por detrás cuatro tallas más grande.
De pronto viene un celador guapísimo a por ti, pero muy soso, vamos, tan rancio que no articuló palabra en todo el camino. Y tú vas en la camilla tiritando más que un flan y con un frío que te mueres, con una sabanita por encima y tu hermoso camisón. Y ves a la gente andando por los pasillos, y las luces como pasan por el techo y llegas al ascensor si tienes la suerte de tener que pasar por uno y parece que estás en el parque de atracciones.
Y entonces llegas al lugar "esperado" el quirófano. Allí todo el mundo es muy amable, y hace mucho frío, dicen que es para que las bacterias y virus se aletarguen y no se reproduzcan, pero yo creo que es para que los cirujanos se conserven jóvenes y guapos. O bueno, no.
El caso es que hay que tener suerte, porque te puede tocar una enfermera que decida ponerte la vía en la mano donde no te encuentre la vena y sólo te pinche cinco veces. Casi nada.
Llega el momento de ponerte la anestesia y parece que vas a estar volando y viendo unicornios y luces, pero no, te mareas, te mareas y mucho. Y te asustas, porque estás mareada pero tumbada y es muy extraño. Pero yo no recuerdo en qué momento perdí el conocimiento. Sólo recuerdo que me había olvidado del frío que tenía, que me dolía mucho la mano y que el aire que salía de la mascarilla estaba fresquito y olía a una mezcla de plástico y alcohol.

Me desperté en la sala de despertar, no recuerdo muy bien cómo, pero creo que me despertó el llanto de un bebé. Sabía donde estaba y por qué, e incluso creía saber qué me habían hecho. Tenía una sed horrible y un dolor atroz en el costado, apenas podía moverme. La verdad es que en ese momento te asustas mucho, apenas tienes voz para llamar a las enfermeras, y lo único que quería era ver a mi mamá. No pasó mucho rato y otro celador muy simpático pero no tan agraciado me llevó a la habitación con ella.
Después todo trata de ponerte bolsas y bolsas de suero, y paracetamol y Nolotil, total, que vas muy grogui, pero tenía mucha hambre y sed, y hasta pasadas cuatro horas no me dejaron beber ni comer.
De hecho no sé si me alegró más que me dejaran comer o ver a mi madre. Bueno, sí lo sé, mamá, me gustó más verte a ti, pero esperar a comer fue desesperante.
Al día siguiente me enteré de que me habían sacado cuatro ganglios en lugar de uno, como me esperaba, puesto que el contraste llegó a los cuatro primeros. A la espera de los resultados me hallo.

En unos días me toca un nuevo viaje para la preservación de ovocitos y así poder tener hijos en el futuro. Llevo varios días pinchándome en la barriga y parezco un colador, pero merecerá la pena. 

Pronto volveré con nuevas aventuras hospitalarias.

N.

02 marzo, 2014

Por San Valentín un cáncer de mama

Tengo 23 años. Hace exactamente 18 días me enteré de que tengo cáncer de mama. Un cáncer de origen hereditario muy agresivo.

Todo empezó el día de Navidad, cuando enjabonándome en la ducha noté el pecho izquierdo más duro que el derecho. Automáticamente me puse a buscar las diferencias y a palpar esperando encontrar un bulto. Y ahí estaba. Corriendo bajé a mostrárselo a mis padres y que me confirmaran que no eran paranoias mías. Nos pusimos en marcha, cita con el médico y petición de ecografía, pues sabemos que con estas cosas hay que darse prisa, y aunque no es recomendable ponerse desde el principio en lo peor, ya habíamos pasado por otro cáncer de mama en casa, el de mi madre, con 46 años. Pues bien, el radiólogo que me realizó la eco me recomendó una biopsia lo antes posible. No tenía buena pinta.
A las dos semanas ya me estaban haciendo la biopsia del bulto que tenía en el pecho izquierdo. Dolió mucho. Los resultados se esperaban en una o dos semanas. Yo estaba estudiando lejos de casa, así que mi madre fue a por los resultados. Los nervios y la preocupación se apoderaron de mí. A las dos semanas mi padre vino a darme la noticia y a llevarme de vuelta a casa. Era jueves, nos fuimos el viernes de San Valentín. A la semana siguiente ya tenía todas las pruebas preoperatorias preparadas: electrocardiograma, análisis, ecografía de abdomen y axilas, radiografía de tórax, cita con el cirujano, con el anestesista... Además de cita con el ginecólogo para pedir la preservación de óvulos para poder tener hijos en el futuro (la quimio tiene muchas probabilidades de producir esterilidad o una menopausia precoz).
Ya en la primera prueba, ecografía axilar para comprobar el estado de los ganglios linfáticos, surgió un problema, había un ganglio inflamado. Así, para tres días después ya tenía programada una segunda biopsia. Esta dolió menos. O yo iba más tranquila por la valeriana que me había tomado. A la semana siguiente ya tenía los resultados. Hubo suerte, ese ganglio está libre de metástasis. La inflamación se debía a una histiocitosis (reacción inmune). Así pues, en unos días me harán la prueba del ganglio centinela para descartar metástasis en el resto de la cadena linfática.

Por otra parte, empiezo el tratamiento de fertilidad. Primero pastillas de inhibición hormonal, para evitar que el tumor crezca y en un par de días las inyecciones para estimular la producción de óvulos. A primera hora ya me han hecho análisis para comprobar los niveles de estradiol, y al medio día vuelvo a tener cita con el ginecólogo para comprobar que está todo en orden. En un par de semanas me estarán extrayendo los óvulos para congelarlos.

Se ha producido un parón en mi vida. Me espera un centenar de pruebas, análisis, medicamentos visitas al hospital y operaciones. Parece que nunca va a terminar. Es un largo camino para superar esta enfermedad, con éxito, por supuesto.


N.